jueves, 8 de octubre de 2015

¿Para qué debe servir el Estado?

Fue a raíz de asistir a la charla de Adrian Wooldridge (editor y columnista de The Economist, y autor, junto a John Micklethwait, del libro "The Fourth Revolution- The Global Race to Reinvent the State") que pensé que éste podía ser un buen tema para tratar en el blog. Y que seguramente daría para varias entradas. Conjugando su visión global (con mucha información sobre los casos de UK y USA) con su posible aplicación al caso de España. Y dando cabida, como "facilitadores" de esa "reingeniería del Estado" que tanto se necesita, a bastantes innovaciones de carácter tecnológico que ya hemos comentado en el blog. No es tarea fácil, espero la indulgencia y las aportaciones de aquellos lectores que seguro saben más del tema que yo, pero vamos con ello.
 
Empecemos con algunos datos relevantes que nos proporcionan los autores en su libro:
- En Estados Unidos el gasto del Estado aumentó, del 7,5% del PIB en 1913 al 41% en 2011.
- En Gran Bretaña pasó del 13% en 1913 al 48% en 2011.
- En los 13 países más ricos, la proporción ha pasado de un 10% a alrededor del 47%.
- (En España, datos de la OCDE, el gasto público previsto en 2014 era del 42%; en 2012 fue del 47%. Dinamarca encabeza la tabla con un 58%, Francia y Finlandia un 57%).
- El Estado americano se atribuye el derecho de decirle al ciudadano cuanto tiempo necesita estudiar para convertirse en peluquero en Florida (dos años).
- También obliga a los hospitales a tipificar en uno de 140.000 códigos las dolencias que tratan, entre ellos uno por las lesiones producidas en una colisión contra una tortuga.
- EL NHS británico (National Health Service) compra 21 variedades distintas de papel DIN A4 y 652 tipos diferentes de guantes quirúrgicos.
- En Gran Bretaña, debido, entre otras cosas, a la generalización de los subsidios, hay un cuarto de millón de hogares en los que nadie ha tenido nunca un empleo formal.

"Nuestros políticos han estado siempre dispuestos a darnos más de lo que queremos: más educación, más sanidad, más prisiones, más pensiones, más seguridad, más prestaciones". Claro, todo ello a base de más impuestos. Y, sin embargo, cada vez se manifiesta con más fuerza la indignación ciudadana ante el coste creciente y el mal funcionamiento de los servicios públicos.

¿Cómo se ha llegado a esta "elefantiasis" del Estado? Pues, resumiendo: 1) por acumulación de funciones y 2) por ineficiencias en la ejecución de ese cúmulo creciente de funciones. Vamos con lo primero.

Recuerdo que, cuando mi amigo Jesús Palomero, Catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Sevilla, nos explicaba las detalladas cuentas que el aparejador y segoviano Fray Antonio de Villacastín llevaba sobre los costes de la construcción del Monasterio de El Escorial, también nos sorprendió al desvelarnos que los "Presupuestos Generales del Estado" de Felipe II se reducían a 2 partidas: Casa Real y Ejército. Nada de fruslerías como Sanidad, Educación, Agricultura, Trabajo,...

En el libro mencionado, se establecen 3 "revoluciones" en la evolución del Estado occidental, cada una con su filósofo de cabecera y con una serie de competencias añadidas a sus alforjas:


Leviathan como garante de la ley y el orden
1ª Revolución: Siglo XVII - Thomas Hobbes y su obra "Leviathan, or the Matter, Forme and Power of a Common Wealth Ecclesiasticall and Civil". La idea central del Leviatán es que el primer deber del Estado es proporcionar ley y orden: "el vigilante nocturno". Se formaliza el papel del Estado en todo lo relativo a Policía, Justicia, Instituciones Penitenciarias y, por supuesto, Ejército.

2ª Revolución: Comienzos del Siglo XIX - John Stuart Mill y su obra "On Liberty". El énfasis se establece en la libertad de la persona: "cada individuo tiene el derecho a actuar de acuerdo a su propia voluntad en tanto que tales acciones no perjudiquen o dañen a otros". Los reformadores liberales sustituyeron los sistemas de privilegios reales por modelos de gobierno más meritocráticos y obligados a rendir cuenta de sus decisiones. No olvidemos que, entre tanto, habían sucedido las revoluciones francesa y americana.

3ª Revolución: Finales del XIX, comienzos del XX - Beatrice y Sidney Webb, a quienes se les considera los "padres" del socialismo no marxista, que, desde la Sociedad Fabiana (Londres, 1884), dio origen en 1906 al Partido Laborista Británico. Fueron también los impulsores de lo que luego se conoció como "Estado del Bienestar", al propugnar primero la intervención y luego el liderazgo del Estado en temas tan importantes como la Sanidad, la Educación y la Protección Social.

Y así ha sido la tendencia a un Estado cada vez mayor, con especial relevancia desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y con dos paréntesis, representados por los Gobiernos de Margaret Thatcher en Reino Unido (1979-1990) y de Ronald Reagan en USA (1981-1989), que detuvieron temporalmente la expansión del Estado y privatizaron los niveles más altos de la economía.

En cuanto a la ineficiencia, se señalan cuatro supuestos que han estancado a los Gobiernos en prácticas que las organizaciones empresariales superaron hace décadas:

1) Las organizaciones deben hacer ellas mismas lo máximo posible. Como cuando los fabricantes de automóviles fundían su propio acero, o Kodak era propietaria de las minas que proporcionaban la base de sales de plata para sus rollos de película. De ahí que los intentos de establecer modelos de colaboración público-privada (en hospitales, en escuelas, en planes de pensiones...) siempre generan encendidos debates.

2) La toma de decisiones debe estar centralizada. Quizá más evidente en un Estado como Francia. Pero que en otros, en apariencia más descentralizados como España, no deja de tener su réplica a escala autonómica (recuerdo en los años 80, cuando se estaba implantando el Estado de las Autonomías, que algunos organismos públicos de Segovia se sentían más "libres" en el modelo antiguo con Madrid que en el nuevo con Valladolid). Frente a ello, en la empresa hace tiempo que se impone el "empowerment", la descentralización de la toma de decisiones. En el sector público, hay que rescatar el "principio de subsidiariedad": un asunto debe ser resuelto por la autoridad (normativa, política o económica) más próxima al objeto del problema.

La burocracia de los servicios públicos en clave de humor
3) Las instituciones públicas deben ser lo más uniformes posibles. Los burócratas tienen una inclinación profesional a la uniformidad: las excepciones comportan anomalías y las anomalías significan confusión. Y  una de las cosas más uniformes del sector público es su fuerza de trabajo. Y, a veces, sus dirigentes (en el Congreso español, de los 350 diputados de la actual legislatura, 155 son Licenciados en Derecho; en el Gobierno de Rajoy, 9 de 14).

4) El cambio es siempre para peor. Bueno, en esto los grandes servicios públicos no se diferencian mucho de las grandes organizaciones empresariales. Lo que pasa es que Ford, General Electric ó Telefónica han tenido que "espabilarse" para que los nuevos entrantes no les comieran toda la tostada. También se constata que los servicios públicos son lentos en adoptar mejoras probadas con éxito en alguna parte de la red, propia o ajena (no hay ninguna razón, por ejemplo, para que las escuelas de California tengan que ser mucho peores que las de Finlandia, teniendo en cuenta, además, que California gasta más por alumno).

En definitiva, tenemos claro el diagnóstico: Los Estados (en general; siempre se pueden encontrar excepciones o Estados que ya han emprendido el camino adecuado) han crecido hasta hacerse insostenibles a medio plazo, por lo que, sin una reforma a fondo, el estado de bienestar moderno se hundirá bajo su propio peso. Necesitamos un Estado que cumpla eficazmente sus cometidos (los que se definan) y que podamos pagar.

Y, como en todo proceso profundo de "reingeniería", hay que empezar por responder a dos preguntas:
¿Qué debe hacer y qué no debe hacer el Estado?
¿Cómo se puede hacer lo que hay que hacer, de una forma radicalmente distinta, para ser mucho más eficaz?

Hacer bien lo que hay que hacer: Liderazgo y eficacia

Pero como el tema es muy amplio, vamos a empezar por analizar una parcela concreta, siempre muy cuestionada, pero donde parece que las oportunidades son enormes: La sanidad. En el siguiente post. 
 

1 comentario:

  1. Caramba, Angel, le pegas a todo! Eso está bien. De todas formas, el tema de hoy, como bien apuntas al final, da para muchas sobremesas (en realidad, da para todas, al menos en mi caso).

    Por ejemplo, hablando del gasto del estado, yo creo que sería muy ilustrativo conocer cómo se reparte en cada país o región. Aunque EEUU y la UE tengan porcentajes comparables, seguro que hay diferencias importantes en la manera de gastarlo.

    También sería interesante saber como evolucionaron ambos parámetros a lo largo de la historia, hasta donde se pueda, no solo en el siglo XX. Yo me imagino que el gasto militar de Felipe II era salvaje.

    En cuanto a la descentralización, para que funcione bien, yo creo tiene que ir ligada al desarrollo cultural y cívico de la sociedad. En España nos atizamos una borrachera descentralizadora con el Estado de las Autonomías de la que seguimos con la resaca.

    Por otra parte, la creación de gobiernos supranacionales como la U.E. , van en la dirección de revitalizar la centralización pero con el centro desplazado.

    Lo dicho, el asunto es inagotable y se me enfría el café con leche así que me quedo esperando a ver cuantos tipos de guantes compra Sanidad.

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