viernes, 19 de febrero de 2016

Buscando una aguja enorme en un pajar muy oscuro (El nuevo "Planeta X")

Foto de Plutón desde la nave New Horizons - Jul 2015
El pasado 20 de enero, dos investigadores del Caltech University of California, con sede en Pasadena, Konstantin Batygin y Michael E. Brown, publicaron en el Astronomical Journal un artículo titulado "Evidence for a distant giant planet in the Solar System" que vuelve a abrir la búsqueda por el "Planeta X" que comenzara, bajo otros supuestos, Percival Lowell en 1906.

Esta búsqueda primigenia a comienzos del siglo pasado, como muchos conocéis, estuvo motivada por las perturbaciones observadas en las órbitas de Urano y Neptuno y que no podían explicarse sólo por la influencia de los cuerpos celestes entonces conocidos. Hubo que esperar al 18 de febrero de 1930 para que Clyde Tombaugh , después de más de un año de trabajo comparando placas fotográficas de la misma zona celeste, hiciera oficial el descubrimiento de un nuevo planeta, al que unos meses después se le bautizó con el nombre de Plutón, dios romano del inframundo (curiosamente era Pluto en latín y en inglés).


Así transcurrió gran parte del siglo XX, dando por cerrada en nueve la lista de planetas del Sistema Solar, y haciendo que todos los escolares de su segunda mitad repitiéramos como loros aquello de "Mercurio, Venus, la Tierra,...  Neptuno y Plutón.". Pero en los años 90 empezaron a suceder cosas: En 1992 se descubrió 1992 QB1, primer objeto de lo que luego se vino en llamar el "Cinturón de Kuiper", un disco circunestelar similar al cinturón de asteroides que pulula entre Marte y Júpiter, formado por innumerables objetos celestes de todos los tamaños situado más allá de la órbita de Neptuno. Desde entonces y hasta ahora se han identificado más de 1.000 cuerpos, y se estima que puede haber más de 100.000 con un diámetro superior a 100 Kms.

Por tamaño y año de descubrimiento destacan los siguientes:
Los mayores "Objetos Trans-Neptunianos"
- Eris (2005) - 2.326 Kms. de diámetro (casi igual que Plutón)
- Makemake (2005) - 1.420 Kms.
- Haumea (2005) - elipsoide 1.300-1.900 Kms.
- 2007 OR10 (2007) - 1.280 +- 210 Kms.
- Sedna (2003) - 1.180 - 1.800 Kms.

La historia ya es conocida. Como la lista no paraba de crecer, la Unión Astronómica Internacional tuvo que decidir, en 2006, si los escolares del siglo XXI tendrían que memorizar una lista de, quién sabe, 40 planetas en el Sistema Solar, o rebajar a Plutón de categoría y dejar la lista en ocho. Y así lo hizo; estableció una nueva categoría de "planetas enanos" o "plutoides" en la que metió a Plutón y a todos estos nuevos descubrimientos, para alivio de los escolares.

Pero volvamos a Pasadena y al artículo publicado recientemente. El punto de partida para sus autores vuelve a ser, nuevamente, una anomalía observada en las órbitas de algunos de estos lejanísimos objetos del cinturón de Kuiper. Anomalías que no se explican por lo que se conoce, y que, sometidos los datos a un complejo modelo de simulación matemática, producen un resultado en el que un objeto "perturbador" (así lo llaman) de unas características muy especiales, que ahora veremos, podría justificar con un altísimo grado de probabilidad todas las observaciones.

O sea, que nadie ha visto todavía a este "Noveno Planeta" ó "Planeta X", pero su hipotética existencia da respuesta a la realidad observada. Los cálculos abruman: debería tener una masa equivalente a 10 veces la de la Tierra (casi 5.000 veces más que Plutón); estaría a una distancia 4 veces más alejado (si la nave New Horizons ha tardado 9 años en llegar a las cercanías de Plutón, y las técnicas de propulsión aeroespacial no varían sustancialmente, ¿tardaría una nueva sonda 36 años en acercarse a este nuevo planeta?). También calculan que tardaría entre 10.000 y 20.000 años en dar una vuelta al Sol (Plutón lo hace en 248 años)...


Pero, para confirmar la hipótesis,  primero hay que encontrarlo. Con una órbita tan elongada, entiendo que la dificultad dependerá mucho de en qué punto se encuentre en este momento y de si se encamina hacia su perihelio (punto más cercano al Sol) o hacia su afelio (punto de la elipse más alejado del Sol). Porque, si éste fuera el caso, sí, sería un objeto enorme, pero con la escasísima luz reflejada a esa distancia, negro como el tizón contra el no menos oscuro fondo celeste nocturno. Dicen los autores, con la información derivada de sus cálculos, que en 5 años de búsqueda se debería localizar "visualmente" (será que saben algo que yo no sé). Y, entonces sí, darle un nombre. ¿Sugerencias?

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La historia de cómo se llamó Plutón a Plutón es muy curiosa. En Marzo de 1930, Falconer Madan, bibliotecario de la Universidad de Oxford, leyó en The Times la historia del descubrimiento del nuevo planeta. Se lo mencionó a su nieta Venetia Burney, de 11 años de edad, que, combinación de precocidad y de creatividad infantil, sugirió el nombre de Pluto, el dios romano capaz de hacerse invisible a voluntad.
A Falconer le pareció una buena idea, se lo comentó a su amigo el astrónomo Turner, que, a su vez, lo cablegrafió a sus colegas del Observatorio Lovell en Flagstaff, Arizona. A Tombaugh le gustó, porque, además de la referencia mitológica, PL coincidía con las iniciales de Percival Lowell, el precursor de la búsqueda del Planeta X,... y así se escribe la Historia. (Dicen que, por influencia del nuevo descubrimiento, los estudios Disney bautizaron a comienzos de 1931 con el mismo nombre, Pluto, al perro mascota de Mickey Mouse, pero no hay constancia oficial de si eso fue así o fue mera coincidencia).

Caronte, la mayor luna de Plutón, en todo su esplendor, desde la nave New Horizons - Julio de 2015



2 comentarios:

  1. Con una órbita tan elongada y una afelio de mas de 1000 UA ¿ no nos podrá robar ese planeta Próxima Centauri? está solo a poco más de 4 años-luz.

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    1. Pues, haciendo cálculos, como 100.000 UA = 1,58 años-luz y el sistema de Alpha Centauri, donde se encuentra Próxima, está a 4,3 años-luz, son 272.152 UA. Que algo influirá, pero no tanto como para robárnoslo, digo yo.
      He añadido en el post un gráfico precioso que, a escala logarítmica representa las enormes distancias entre el Sol y las estrellas más cercanas.

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